jueves, 15 de septiembre de 2011

Día de la bici, o el arte de comunicar

Este domingo se celebra en León el XVII día de la bici, un evento en el que numerosos ciudadanos hacen un corto recorrido por la ciudad en bicicleta. Lo organizan entre otros el ayuntamiento, Coca Cola y El Corte Inglés, lugar este último donde hay que inscribirse para poder participar en el sorteo que se celebra en el punto de llegada.

En suma, un evento popular y festivo.

Para publicitarlo y poder inscribirse se ha editado un folleto (no lo recuerdo de otros años), a todo color, que produce no sé si risa, indignación, perplejidad o de todo un poco. 

Los organizadores se han colocado este año el gorro de plato en la chorla y la porra en la mano y se dedican a realizar continuas advertencias a los participantes: así, señalan que quien sea sorprendido circulando por las aceras o que se inscriba más de una vez quedará excluido del sorteo de regalos; instan a que se indiquen con antelación las maniobras (a pesar de que vamos todos en pelotón, a paso de burra); al inscribirte, liberas automáticamente de toda responsabilidad a los organizadores (cualquier lesión, pérdida o daño sufrido), y te comprometes a encontrarte en buen estado de salud general. 

Menos mal que es una actividad festiva y familiar.

Por otra parte, el vestuario aconsejado parece sacado del manual del velociclista de Monsieur Hulot, editado en el año 1950: te piden que lleves calcetines de hilo o de lana, y camiseta de hilo o lana (!!¡¡). El calzado debe de ser zapatilla de cliclista o zapatos de suela poco flexible (nada, por tanto, de zapatillas deportivas), acompañado de un culote o pantalón de deporte "que no roce las ingles" (para un paseillo de nada). 

Y no olvidar tampoco el chándal, que para eso es un evento festivo, familiar y popular.

Por último, cabe destacar el saluda del alcalde, un texto de redacción peculiar y contenido similar. En él podemos leer frases en las que los signos de puntuación han sido colocadas aleatoriamente ("Vivimos en un mundo que se desarrolla a una velocidad de vértigo, con comodidades que nuestros abuelos ni siquieran llegaron a intuir, los avances científicos facilitan nuestra existencia, nos ayudan incluso a vivir más años"), y reconvenciones más propias de un párroco que de un alcalde ("no caminamos lo suficiente y eso es un mayúsculo error personal y social", o llamadas a participar para que "todos podamos volver a pensar en el significado de los que es una vida sana").

La ventaja de un evento como éste, según nuestra máxima autoridad, es que da para mucho y puedes matar no dos, sino tres y hasta cuatro pájaros de un tiro: el Día de la Bicicleta sirve "para reflexionar sobre la movilidad urbana, el uso y abuso del coche en las ciudades, la contaminación o sobre qué tipo de sociedad de futuro queremos para las generaciones venideras". 

Pero, ¿como quieren los organizadores que no nos subamos por las aceras, o que indiquemos previamente nuestras maniobras, si estaremos todos los ciudadanos (como dice el alcalde, "los ciudadanos, las personas"), a la vez que pedaleamos, reflexionando con la mirada en el suelo sobre tan y tantas sesudas cuestiones? 




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