martes, 10 de marzo de 2015

Desprecio a los pobres (2ª parte)


Hace unos días escribí sobre un suceso en un bar del centro de León, Manolo Blas. Los hechos ocurrieron tal como los conté, pero he conocido que la historia va más allá y me/nos obliga a hacer otra lectura.

Desde hace unos meses se han instalado en los bancos de la plaza de la Pícara un grupo variable de personas que en ocasiones suelen beber, emborracharse y, a partir de aquí, molestar a veces a la gente que está en la plaza o en las terrazas de los bares; se les ha visto coger las propinas de las mesas –o el pago de la consumición cuando es dejado en las mismas-, defecar entre coches o en garajes, pedir limosna de manera faltosa…

Me han dicho que la persona que aquel día estaba pidiendo comprar patatas era una de ellas, y ese es el motivo por el que no querían venderle.

Estamos, pues, ante un problema de seguridad pública, de convivencia ciudadana, que según me cuentan nadie –el ayuntamiento, vaya– soluciona. Los comerciantes de la zona están hartos, y llaman a la policía a menudo pero, por lo que se ve, sin éxito.

Si hubiera tenido esta información muy probablemente no habría escrito la entrada anterior, o lo hubiera hecho pero para denunciar un problema vecinal y su falta de soluciones. También me han contado que este mismo bar regaló comida a los acampados con motivo del 15 M, o que colabora habitualmente con Cáritas, Reto o Asprona; aunque lo de la “imbecilidad de la burguesía” de mi anterior post no iba por ellos, sino por la actitud con la pobreza de una determinada clase social (que suele rondar ese barrio), está claro que, en este contexto, la frase fue desafortunada.

Aclaración para desinformados: este blog no es periodismo, y nunca ha pretendido hacer periodismo. Hablo de lo que me inquieta, divierte o interesa,  y lo comparto con aquellos lectores que les apetezca leerme.

lunes, 2 de marzo de 2015

Desprecio a los pobres



La semana pasada, a la puerta de un conocido bar del centro de León (Manolo Blas, donde se comen unas patatas y mejillones riquísimos), un joven aborda a mi madre cuando iba a entrar al mismo para preguntarla si puede comprar por él media ración de patatas, ya que ha intentado hacerlo y no se la han querido vender. Mi madre, asombrada, pregunta en el bar y le dicen que efectivamente se han negado porque no quieren vender nada a gente “como esa”, porque si lo hacen “vendrían más”, se lo comen fuera (fuera, dijo; ni siquiera se les pasa por la cabeza que lo hagan dentro) y molestan a los clientes y a los niños que están por allí.

La invisibilidad de la pobreza, la imbecilidad de la burguesía. 

Editado: hay una segunda parte de esta entrada aquí.