jueves, 9 de abril de 2015

Consejeros de Caja España, al banquillo


Ahora que los 33 consejeros de Caja España en 2009 han sido imputados tras la denuncia de Izquierda Unida en Castilla y León y Ecologistas en Acción (gracias, muchas gracias), no conviene olvidarse de los nombres de los protagonistas; entre otras cosas, porque varios de ellos tienen responsabilidades políticas y/o se cuenta para que las tengan en el futuro. Ya sabemos por dónde se pasan los códigos éticos algunos partidos políticos.

El consejo estaba comandado en aquel entonces por el empresario de la construcción Santos Llamas Llamas. Los restantes consejeros a 12 de diciembre de 2009 eran:

Del PP, Isabel Carrasco Lorenzo (RIP), Artemio Domínguez González (alcalde de Medina de Rioseco), Juan Elicio Fierro Vidal (concejal y portavoz del PP en Ponferrada), Javier García Prieto (procurador en las Cortes de Castilla y León, y hoy elegido por Antonio Silván para ir en las listas al ayto de León), Fernando Martínez Maillo (presidente de la Diputación y del PP de Zamora) y D. Federico Juan Sumillera Rodríguez.

Del PSOE, Francisco Javier Fernández Alvarez (Paco Raquetas, que fue alcalde de Leon y que recibió una indemnización de 520.000 euros de la Caja), Marcos García González, Zenón Jiménez Ridruejo Ayuso (Ex procurador), José Francisco Martín Martínez (Procurador en las Cortes de Castilla y León), María Begoña Núñez Díez (concejala en el Ayuntamiento de Palencia) y Olga Palacio (ex concejala del PSOE en León y ahora candidata a las Cortes).

Por la UPL, Bernardo Fernández Alvarez (empresario).

De sindicatos, Miguel Angel Alvarez Sánchez (UGT), Alfredo Fernández Salvadores (CSICA) y José Antonio Turrado Fernández (Secretario General de Asaja en Castilla y León).

De la Universidad, Alejandro Menéndez Moreno, Catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la de Valladolid.

Atención: excepto Francisco Fernández (alias Paco Raquetas), todos los demás se negaron a revelar su sueldo al Banco de España, cuando se les requirió en 2011.

lunes, 6 de abril de 2015

Flores, manolas, milagros y pestes


Llegó la primavera, un año más, y tras ella, de nuevo, la Semana Santa, que con la resurrección de Cristo ayer podemos dar por finiquitada.

Primavera. Novedades, pocas. Esta vez sí que hubo floración en la Condesa, ya que el ayuntamiento decidió no tocar los ciruelos: en esta ocasión se concentró en muchos otros árboles, con una fiebre inusitada por podar y podar allá donde hubiera una rama. No se detuvieron siquiera cuando todos los expertos (¡incluidos los municipales!) dicen que debe hacerse: con la nascencia de las hojas. 


Ciruelo en flor en el Paseo de la Condesa

Semana Santa. Como novedades, y aparte de la caída de un Cristo encima de una papona (sin daños graves en ambos), señalar que la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro salió el sábado santo (perdón, el Sábado Santo) en Procesión Titular acompañando al Santo Cristo del Desenclavo. Las Damas y Caballeros asistieron revestidos con hábito, medalla y guantes.

Lo de las mayúsculas no es cosa mía.

También podemos apuntar que este año la Cámara de Comercio, seguramente con el fin de dar servicio a sus asociados, editó un manual de estilo para que las Manolas vayan vestidas como es debido; con escotes muy discretos, sin pieles (solo ligero abrigo de paño) y con moño.

Otrosí, este año todo el mundo estaba exultante con la cantidad de turistas que han visitado la ciudad. Y es cierto: bastaba con salir a la calle para ver numerosos visitantes, cámara en ristre, fotografiando rincones leoneses. Es una lástima que el ayuntamiento haya olvidado que los turistas no solo van a ver las procesiones, sino que también pueden ir a disfrutar del paseo del río: durante toda la Semana Santa, tanto visitantes como habitantes hemos tenido que convivir en el paseo de la Condesa con un contenedor (que ya se ha quedado ahí permanentemente) repleto de basura, y con un olor apestoso. 

 Foto del jueves santo. El domingo seguía así. (las vallas no protegen nada; se han quedado ahí almacenadas, tras la poda de los árboles).

Vergüenza debería sentir el responsable de esto. Yo al menos, sin serlo, la sentía cada vez que pasaba por allí.